Primeramente, lavamos bien los tomates y les quitamos el rabillo. Seguidamente, los cortamos en cuartos y los ponemos en el vaso de la batidora o en un recipiente alto para triturar y evitar salpicaduras.
Agregamos el pan duro (sin corteza) troceado, el ajo pelado y sin el germen, y una pizca de sal.
Añadimos el aceite de oliva virgen extra y el vinagre de vino.
A continuación, trituramos todos los ingredientes hasta que consigamos una mezcla homogénea.
Si el salmorejo está demasiado espeso, añadimos un poco de agua fría hasta conseguir la consistencia deseada.
Probamos el salmorejo y rectificamos de sal y vinagre si es necesario.
Si quieres que quede más suave, puedes pasar el salmorejo por un colador para eliminar cualquier grumo o piel de los tomates.
Dejamos el salmorejo en el frigorífico al menos una hora antes de servirlo. El salmorejo se toma fresquito que ¡ sabe mucho mejor!!